No quiero que mire el mar
luto de azul en mi senda...
(¡Eran auroras mis párpados,
cuando cruzó la tormenta!)
- Rompeolas, Julia de Burgos

Crecí en el Barrio Santa Cruz de Carolina, Puerto Rico en una calle que lleva por nombre Rompeolas en honor a un poema de Julia de Burgos. Para mediados de los '80, mi madre, María Elena, fue una de las entusiastas de la poesía que impulsó para que la comunidad se convirtiera en el Sector Julia de Burgos puesto que a unos cuantos pasos de mi casa se encontraba también el lugar que vio crecer a la poetisa. Yo nací en medio de esa lucha que terminó convirtiéndose en una realidad a finales de los '80.

Para el '92, la lucha comunitaria se convertía en movimiento educativo. Mi casa tenía una entrada humilde, mayormente en piedra, que servía de camino para el auto Mazda Protegé rojo de mi madre, quien lo estacionaba bajo un flamboyán rojo joven pero fuerte, que hacía sentir su presencia. Allí nos reuníamos, al igual que en otras casas de la comunidad, a leer y declamar poesía, hablar sobre literatura, jugar con mis primos y los adultos organizaban aspectos administrativos de los problemas que aquejaban a la comunidad.

Podría continuar mi remembranza, pero me extendería demasiado. Eran tiempos de muchas transiciones y procesos de aprendizaje; ocurrieron sucesos difíciles que mi rumbo personal. Ante todo, durante esa época gané conciencia sobre los sacrificios que hacía mi madre para mantenernos juntos en familia. Fueron momentos donde conocí la tenacidad que tenía mi madre: no su ausencia de miedo sino su compromiso a la acción. Mi madre fue mi mayor aliada y mejor ejemplo.

Doña María Elena perdió la lucha contra el cáncer en junio de 2001. Fue un golpe fuerte para mí en un momento en el que necesitaba la luz en el camino. Mi mayor acto de rebeldía era basar mi realidad en ese hecho de haber perdido su presencia terrenal. En lugar de atesorar sus recuerdos, lo que logré fue engavetar en mi memoria muchos de esos momentos bonitos y lecciones que ella tuvo la responsabilidad de dejarme.

Esa rebeldía a la que hago referencia trascendió todo mi proceso de duelo. No fue hasta el 2020, cuando nació Caterina, que la imagen me recordó a su abuela María Elena. Fue como haberla vista en los ojos de mi hija. A medida que crecía más se parecía a su abuela y para el verano de 2021, los flamboyanes de los campos de Quebradillas y Camuy me abrieron la puerta para visualizar el auto de mi madre bajo el flamboyán rojo de mi casa en la Calle Rompeolas. Ese fue el comienzo de esta canción que representa un compromiso a los recuerdos bonitos y las enseñanzas de mi madre.